EL
PETRÓLEO se conoce desde la prehistoria. La Biblia lo menciona como betún,
o como asfalto. Por ejemplo vemos que en el Génesis, capítulo 11 versículo 3,
se dice que el asfalto se usó para pegar los ladrillos de la torre de Babel;
asimismo el Génesis, capítulo 4 versículo 10, nos describe cómo los reyes de
Sodoma y Gomorra fueron derrotados al caer en pozos de asfalto en el valle de
Siddim.
También
los indígenas de la época precolombiana en América conocían y usaban el
petróleo, que les servía de impermeabilizante para embarcaciones.
Durante
varios siglos los chinos utilizaron el gas del petróleo para la cocción de
alimentos.
Sin
embargo, antes de la segunda mitad del siglo XVIII las aplicaciones que se le
daban al petróleo eran muy pocas.
Fue el
coronel Edwin L. Drake quien perforó el primer pozo petrolero del mundo en
1859, en Estados Unidos, logrando extraer petróleo de una profundidad de 21
metros.
También
fue Drake quien ayudó a crear un mercado para el petróleo al lograr separar la
kerosina del mismo. Este producto sustituyó al aceite de ballena empleado en
aquella época como combustible en las lámparas, cuyo consumo estaba provocando
la desaparición de estos animales.
Pero no
fue sino hasta 1895, con la aparición de los primeros automóviles, que se
necesitó la gasolina, ese nuevo combustible que en los años posteriores se
consumiría en grandes cantidades. En vísperas de la primera Guerra Mundial,
antes de 1914, ya existían en el mundo más de un millón de vehículos que usaban
gasolina.
En
efecto, la verdadera proliferación de automóviles se inició cuando Henry Ford
lanzó en 1922 su famoso modelo "T". Ese año había 18 millones de
automóviles; para 1938 el número subió a 40 millones, en 1956 a 100 millones, y
a más de 170 millones para 1964. Actualmente es muy difícil estimar con
exactitud cuántos cientos de millones de vehículos de gasolina existen en el
mundo.
Lógicamente
el consumo de petróleo crudo para satisfacer la demanda de gasolina ha crecido
en la misma proporción. Se dice que en la década de 1957 a 1966 se usó casi la
misma cantidad de petróleo que en los 100 años anteriores. Estas estimaciones
también toman en cuenta el gasto de los aviones con motores de pistón.
Posteriormente
se desarrollaron los motores de turbina (jets) empleados hoy en los aviones
comerciales, civiles y militares. Estos motores usan el mismo combustible de
las lámparas del siglo pasado, pero con bajo contenido de azufre y baja
temperatura de congelación, que se llama turbosina.
Desde
luego, cuando se introdujeron los aviones de turbina, el uso de la kerosina
como combustible de lámparas era casi nulo, debido al descubrimiento de la
electricidad, de tal manera que en 1964 cerca del 80% del consumo total de ésta
era para hacer turbosina.
Otra
fracción del petróleo crudo que sirve como energético es la de los gasóleos,
que antes de 1910 formaba parte de los aceites pesados que constituían los
desperdicios de las refinerías. El consumo de los gasóleos como combustible se
inició en 1910 cuando el almirante Fisher de la flota británica ordenó que se
sustituyera el carbón por el gasóleo en todos sus barcos. El mejor argumento
para tomar tal decisión lo constituyó la superioridad calorífica de éste con
relación al carbón mineral, ya que el gasóleo genera aproximadamente 10 500
calorías/kg., mientras que un buen carbón sólo proporciona 7 000 calorías/kg.
Más tarde
se extendió el uso de este energético en la marina mercante, en los generadores
de vapor, en los hornos industriales y en la calefacción casera.
El empleo
del gasóleo se extendió rápidamente a los motores diesel. A pesar de que
Rudolph Diesel inventó el motor que lleva su nombre, poco después de que se
desarrolló el motor de combustión interna, su aplicación no tuvo gran éxito
pues estaba diseñado originalmente para trabajar con carbón pulverizado.
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